En el año 2007, Luís Jiménez, artista, formado en naturopatía, terapia floral, investigador y divulgador de la Terapia Floral de Edward Bach, funda la Escuela Andalusí, con la intención de ir más allá del marco clásico de la Terapia Floral.
La Escuela Andalusí integra en su corpus la mirada simbólica de Carl G. Jung, a través de la teoría de los arquetipos y el inconsciente colectivo recogido en los mándalas arquetípicos, símbolo indiscutible de la Terapiafloral Evolutiva; la propuesta de la filosofía hermética, como paradigma evolutivo, entroncado con la alquimia y la astrología en la sabiduría andalusí, que podemos disfrutar a través de su legado, tanto en el ámbito filosófico como práctico, gracias a la maestría heredada de Yabir Abu Omar; la mayéutica socrática y su desarrollo a través de la programación neurolingüística y sus diversas evoluciones hacia el coaching; y, por supuesto, la mirada terapéutica como sistema completo de acuerdo a la doctrina de Edward Bach.
Nuestros formadores buscan fomentar, de manera personalizada, la verdadera sabiduría interna en cada uno de los alumnos y alumnas que llegan a nuestras aulas, para que puedan conocer “las Leyes de la Naturaleza y la verdadera naturaleza humana” y con ello, favorecer su evolución y reproducir sus vías expresivas tanto en su vida personal como en el ámbito creativo en el que participen social y profesionalmente.
La Escuela Andalusí se relaciona con destacados profesionales con los que colabora habitualmente. Todos ellos referentes reconocidos en su línea profesional. Anualmente se incluyen en el año académico clases magistrales, talleres, o seminarios de fin de semana, impartidos por los colaboradores. Esta propuesta amplia y complementa el corpus específico del curso en el que están matriculados, aportando otra perspectiva que en todos los caos inspira al alumnado.
Al advertir que la propuesta de salud de muchas de las denominadas terapias naturales, (incluidas algunas líneas de trabajo de la Terapia Floral) se han reafirmado en la tendencia “mecanicista” reinante en esta época, al centrar sus objetivos en la erradicación de los síntomas, ya sean emocionales o físicos, sin tener en cuenta el verdadero sentido de la enfermedad. La Escuela Andalusí desarrolla un modelo terapéutico integrador que incluye claramente el rumbo evolutivo de la existencia, desvelando el sentido de la enfermedad al recuperar como elemento fundamental para la salud, la dimensión trascendente del ser humano, el conocimiento del sentido de su existencia y de sí mismo.
La Escuela Andalusí, como escuela de pensamiento, es más que una institución docente al uso, ya que en su corpus recupera el verdadero espíritu de “formación”, a través de transmisión del saber, en el sentido más profundo del término, tanto interno como externo. Nuestros formadores buscan fomentar, de manera personalizada, la verdadera sabiduría interna en cada uno de los alumnos y alumnas que llegan a nuestras aulas, para que puedan conocer “las Leyes de la Naturaleza y la verdadera naturaleza humana” y con ello, favorecer su evolución y reproducir sus vías expresivas tanto en su vida personal como en el ámbito creativo en el que participen socialmente.
Del modelo de pensamiento de la Escuela Andalusí, se derivan diversas áreas de estudio, de acuerdo con la necesidad del alumno/alumna, todas ellas nacidas de una concepción de la vida fundamentada en la conexión con lo más profundo del ser humano, su Alma, entendiéndola desde una perspectiva espiritual, trascendente y ajena a todo contenido religioso.
Partiendo de esta idea, la aplicación de los principios filosóficos de la Escuela Andalusí favorece el entendimiento del sentido de la vida, propiciando el desarrollo de cada persona como libre pensador, según su nivel de conciencia y particularidades vitales. Pues cada ser humano del planeta tiene como destino último la plenitud como Alma de acuerdo a ella misma, de ahí que cualquier imposición externa puede causar un desvío en el desarrollo vital del individuo. La Escuela Andalusí fomenta el autoconocimiento en paralelo al estudio de las leyes de la Naturaleza y el conocimiento arquetípico del ser humano.
La Escuela Andalusí favorece una nueva forma de entender la vida, y propicia en cada persona, según su nivel de conciencia, el descubrimiento del camino hacia la plenitud de su Alma, que ha de tornarse en autorrealización y sabiduría.
España | México | Chile |
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Baleares | México DF | Santiago de Chile |
Madrid | Guadalajara | |
Málaga | ||
La Escuela Andalusí como escuela de pensamiento, no tiene límite geográfico, por ello su propuesta evolutiva se hace eco en distintos países y tiene presencia física tanto en Chile como en México
Aunque nuestra sede está ubicada en Málaga, la escuela a través de sus profesores y maestros, presenta sus contenidos por toda España y realiza actividades puntuales en diversos países de Europa.
La transmisión del saber a través de las redes sociales y especialmente en el campus virtual nos permite trasladar nuestro modelo más allá de nuestras fronteras. Esto favoreció, en el pasado, el establecimiento de dos delegaciones que hoy congregan en torno a ellas a cientos de alumnos.
La calle de Sánchez Pastor, donde se ubica la Escuela Andalusí, cuyo origen fue consecuencia de la demolición del convento de las Carmelitas Descalzas de San José, en 1873, que se habían trasladado a este lugar en 1587. Su nombre se debió al homenaje que se quiso tributar al alcalde Sánchez Pastor, impulsor de las obras que dieron origen a la actual calle y sus inmuebles.
El responsable de la urbanización, parcelación y atirantado de esta calle fue también Jerónimo Cuervo y conforme a su proyecto se construyeron las casas nº 5 y nº 7. El resto de los edificios de la calle mantienen la altura y la distribución de los vanos, llamando la atención, por su carácter pintoresco la nº 6, que es obra de Cuervo, del último cuarto del siglo XIX, pero a comienzos del XX recibió una reforma que recubrió parte de su fachada con vistosa decoración neoárabe.
Más empaque presenta la que forma la esquina con la calle de Santa María / Sánchez Pastor nº 1, que fue realizada en 1877 por Eduardo Strachan con noble portada de mármol, y que mantiene en el exterior las columnillas de fundición de los bajos, destacando en su alzado el cuidado diseño de los vanos, articulados entre pilastras, y la rica rejería del piso principal así como los cierros de hierro que resaltan su esquina convirtiéndola en el eje principal.
Fuente: Paseando con Inda
En calle Sánchez Pastor nos encontramos con una de las casas, desde mi punto de vista, más importantes del siglo XIX en cuanto a pinturas de interior se refieren, suponemos, claro, que tras el “Salón Pompeyano” de la casa de los Heredia que se encuentra en la Finca San José, a la cual aun no hemos accedido, y por supuestos otras casas que aun nos quedaran por descubrir.
Después de haber visitado palacios como los de Trinidad Grund o donde se encuentra la Jefatura de Costas, de la cual ya hablamos, estas son las que más me han llamado la atención. Por motivos de seguridad no puedo decir que edificio es, pero al parecer fue Pedro Luis Alonso su promotor del mismo y según su propietario del actual inmueble uno de los descendientes de este Alcalde aun vivía en este edificio cuando compró el inmueble.
Como ya dijimos, no soy entendido en arte, por lo que tal vez mi descripción no sea muy exacta. Por este motivo me preocuparé en describir la casa y las fotos hablarán por si solas. El inmueble tiene un gran salón con una claraboya en el centro. Este gran salón es el distribuidor de las demás habitaciones de la casa y en las que encontramos pinturas murales y las típicas columnas de las fundiciones malagueñas del siglo XIX.
Fuente: Pinturas Murales de Málaga
De este este edificio, levantado sobre el solar donde estuvo el convento de las carmelitas, fundado por el mismo San Juan de la Cruz en 1587, se empiezan a contar las demás casas malagueñas
Domingo, 8 mayo 2022, 16:37
Hay historias que parecen estar esperando para ser contadas. Este es el caso de la primera casa de Málaga. Lo de primera no es una licencia literaria, sino que es completamente cierto: la casa ocupa el número 1 de la calle Sánchez Pastor, en la manzana 1 del polígono 1 del distrito 1 de Málaga, el distrito centro. Desde este edificio se empiezan a contar las demás casas malagueñas. Tiene su lógica. Si nos colocamos en la plaza más céntrica de nuestra ciudad, la de la Constitución, y miramos hacia calle Granada, esto es hacia el norte, la manzana a la que nos referimos ocuparía el lugar de las doce en un reloj imaginario.
El primer edificio de Málaga hace esquina entre las calles Santa María y Sánchez Pastor. Se levantó sobre el solar donde estuvo el convento de las carmelitas, fundado por el mismo San Juan de la Cruz en 1587. Cuando llegaron las desamortizaciones, el cenobio se desocupó en 1873 y el amplio solar de 1.723 metros cuadrados fue dividido en parcelas, excepto 347 metros que pasaron a la vía pública. Así nació la calle Sánchez Pastor, en su origen un callejón sin salida, que unió la de Santa María con la de Granada. Las parcelas 1 y 2 tenían una superficie de algo más de 500 metros cuadrados. Las compró en pública subasta, a finales de 1876, Pedro Alonso García. Estas parcelas correspondían al lugar donde estaba la iglesia del convento, con acceso por Santa María. Como me explica Víctor Heredia en uno de nuestros paseos por las calles del Centro (en realidad clases magistrales), la capilla estaba de esta manera ubicada para facilitar la entrada de los feligreses y para alejar el claustro del convento del bullicio de la calle, favoreciendo así la vida contemplativa de las monjas.
Arriba, casa levantada en las calles Santa María y Sánchez Pastor sobre el solar del antiguo convento de las carmelitas. Abajo, inauguración del Bazar Industrial y rótulos a partir de los que se inicia la numeración de las manzanas del distrito centro.
Breve historia del camerano Pedro Alonso García
Hablemos del promotor de la primera casa malagueña y de su meritorio ascenso social y económico. Se llamaba Pedro Alonso García y había nacido en 1830 en Laguna de Cameros, el mismo pueblo riojano del que eran oriundos los Larios. Siendo un adolescente, llegó a Málaga y empezó a trabajar como aprendiz en uno de los muchos comercios textiles establecidos en la calle Nueva, la mayoría regentados por otros cameranos. Dormía detrás de los mostradores y trabajaba de lunes a domingo. Después de más de diez años de esfuerzo y ahorro, en 1860, se asoció con sus primos Juan y José Agustín Gómez García, quienes más tarde se conocerían sucesivamente como Gómez Hermanos, Gómez Mercado y Gómez Raggio. Pedro Alonso García fue el primer camerano en llegar a ser alcalde de Málaga. Lo fue en dos ocasiones: 1872 y 1874. Al igual que otros paisanos suyos (no tan conocidos como los Larios, los Heredia o Félix Sáenz), nuestro protagonista llegó sin nada y lo alcanzó todo.
Inauguración del Bazar Industrial.
Pedro Alonso compró las parcelas para labrar un edificio en el que establecer su casa y su negocio. Se trataba de un moderno bazar industrial en el que vendía, ya separado comercialmente de sus dos primos, un poco de todo: muebles, bronces, cristalerías, vajillas, cajas de caudales, lavabos, escribanías, relojes, tarjeteros, trofeos, cuadros, aparatos de gas, colchones de lana fina, etc. El arquitecto encargado de levantar la casa se llamaba Eduardo Strachan Viana-Cárdenas y tenía tan solo veinte años cuando hizo los planos del edificio de Sánchez Pastor. Suponemos que sería su primer proyecto importante. Se cuenta que los Larios quedaron tan sorprendidos con la moderna vivienda que le encargaron a Strachan la realización de las casas de su nueva calle. No debe sorprendernos tal posibilidad pues, recordemos, los Larios y Pedro Alonso procedían del mismo pueblo. Y el único edificio que los Larios vendieron de su calle fue para los Gómez Hermanos, quienes también nacieron en Laguna de Cameros. El bloque completo, el correspondiente al número 10 de la calle Marqués de Larios, se vendió en 1920 por un 1.100.000 pesetas, unos cuatro millones y medio de euros al cambio de 2022. Todos estos lazos familiares y fraternos entre coterráneos se los ha tragado el sumidero de la Historia y hoy solo los podemos atisbar.
El aspecto exterior del edificio
Pasemos de nuevo a tratar de la casa de la calle Sánchez Pastor, la primera de Málaga. Ocupa una parcela de unos 515 m2. Se construyó en los años 1877 y 1878. El bazar industrial, levantado sobre lo que fue la iglesia del antiguo convento carmelita, se inauguró en 1879. Hoy está dividido en dos locales, uno de ellos regentado por la firma malagueña Mayoral. El edificio tiene tres plantas (la cuarta, destinada al servicio, se construyó en 1890) y en cada una de ellas se abren a la calle quince vanos: doce balcones y tres cierros. Los balcones presentan gruesos barrotes de hierro fabricados en la fundición sevillana San Antonio, de Pérez Hermanos. Allí llevan casi siglo y medio y están como el primer día. Están apoyados en artísticas ménsulas con motivos vegetales y de escamas, parecidas a las que existen en el número dos de la calle Larios, y enmarcados con columnas, capiteles y sobredinteles de temas vegetales. Entre los cierros destaca el curvo de la esquina, con grueso friso de jarrones y coronado por una crestería. Nuestra calle Larios se haría famosa precisamente por estas esquinas redondeadas y sus cierros achaflanados.
Fachada de la calle de Santa María, con ocho balcones, diseñada por Eduardo Strachan Viana-Cárdenas. / ARCHIVO MUNICIPAL DE MÁLAGA
Sobre el dintel de piedra de acceso al edificio destacan labradas en mármol las iniciales del promotor de la casa, PA, entre motivos vegetales. Era una manera de perpetuar su memoria, tal y como Pedro Alonso habría conocido de pequeño en las casas de su pueblo natal, Laguna de Cameros.
Dentro del edificio
Las viviendas malagueñas del siglo XIX no destacan por sus amplios portales. Miren si no los de calle Larios, en los que apenas cabe hoy el ascensor. Lo más singular del portal de la casa de la calle Sánchez Pastor 1 es su decoración escultórica. Se trata de dos estatuas de hierro, de inspiración clásica, que representan a dos jóvenes de distinto sexo sujetando sendas lámparas. Están apoyadas sobre alto pedestal también de hierro. Con estas esculturas se pretendía individualizar el portal al mismo tiempo que conferirle cierto empaque. Este tipo de decoración estatuaria también se puede admirar en el antiguo Hotel Roma, hoy Edificio Edipsa, en Puerta del Mar.
Cuenta Luis Jiménez (del que luego les hablaré) que los extranjeros se quedan sorprendidos al contemplar las esculturas, el suelo de mármol, las lámparas de cristal y las puertas de madera con cristales esmerilados. Entonces, ¿qué cara pondrían si vieran lo que se esconde en la primera planta? Ya es hora de subir al principal, que es como se conocía el primer piso de las viviendas burguesas. Como en el siglo XIX las casas no disponían de ascensor, el lujo consistía en tener que subir el menor número posible de escalones.
Fachada de la calle Sánchez Pastor, entonces Carmelitas, con seis balcones. El que tiene la cúpula es el cierre esquinero entre las dos calles. / A. M. M.
La entrada principal de la vivienda de la primera planta está enmarcada en maderas nobles, quizá por influencia francesa. Pedro Alonso viajó en varias ocasiones a París para adquirir las últimas novedades y venderlas en su negocio. Es probable que quisiese copiar las puertas de las viviendas elegantes que allí vio.
Cómo vivía la burguesía malagueña en el siglo XIX
La casa tenía dos espacios, uno público y otro privado, con acceso por puertas independientes, que se abrían a izquierda y derecha de la escalera. Todo ello ocupaba una superficie útil de casi quinientos metros cuadrados. Nosotros visitaremos el primero por ser más ostentoso y estar construido y pensado para sorprender a los huéspedes y visitantes. La vivienda giraba en torno a un gran distribuidor central de unos cuarenta metros cuadrados que tenía ocho puertas que daban acceso a las dependencias. Este distribuidor recibía luz cenital de un gran lucernario sobre el que se abría uno de los patios del edificio. A la manera de las antiguas casas romanas que giraban en torno a un atrio central, Eduardo Strachan ideó este distribuidor bien iluminado al que se abrían las distintas estancias de la casa. Las habitaciones más importantes eran el comedor, los dos salones y el despacho. Las otras puertas comunicaban con la entrada de la vivienda, la cocina y el otro ala de la casa, la privada, donde estaban los dormitorios y que nosotros no visitaremos por estar dispuestas con materiales menos vistosos.
Las habitaciones más grandes de la casa eran el salón y el comedor. El salón se utilizaba para reuniones, veladas o fiestas, con posibilidad de prolongarse en el gran distribuidor central. El otro salón era más pequeño y se destinaba a los familiares y amigos más íntimos, especialmente cuando los invitados eran menos, pues resultaba presuntuoso recibir a pocas personas en un salón grande. Este saloncito, con vistas a la torre de la catedral, disponía de una chimenea de mármol y es el que daba al cierro esquinero. Las contraventanas de madera de caoba quedaban embutidas en la pared, el máximo de la elegancia. Junto a esta sala estaba el despacho, desde el que Pedro Alonso atendería sus negocios. Todas estas habitaciones son exteriores y están orientadas al sureste, por lo que son las más alegres y luminosas del edificio.
Arriba, friso decorativo del cierro esquinero. Abajo, ménsula, capitel y sobredintel y entrada al edificio de la calle Sánchez Pastor 1.
La otra gran dependencia era el amplio comedor, diseñado para agasajar a los invitados y bien iluminado gracias la luz que le proporcionaban sus tres balcones. Sus pinturas, de las que luego hablaremos, pretendían prestarle un ambiente cálido y acogedor. En el comedor estaba la otra chimenea de la vivienda, también de mármol, cuyo tiro coincidía con el de la cocina, que por razones obvias estaba ubicada junto a esta estancia. Era pequeña y funcional, sin ningún tratamiento decorativo. Conserva la pila de mármol sobre una estructura de hierro. Se entraba atravesando el office o antecocina, que se utilizaba para preparar los platos y guardar los utensilios. Aquí es donde comía el servicio. Junto a la cocina estaba la leñera, la carbonera y un pequeño retrete.
Las casas del siglo XIX no tenían cuarto de baño, si entendemos como tal una habitación con retrete, lavabo, bañera y bidé. El aseo íntimo se realizaba en el dormitorio con jofainas y jarras. La bañera solía ser portátil y a veces se colocaba en la misma cocina donde se calentaba el agua, para evitar los penosos acarreos a otras habitaciones. El primer cuarto de baño del que tenemos constancia en Málaga lo disfrutó Tomás Heredia en su casa de la Alameda. Hubo que esperar hasta 1889 para que Eduardo Strachan, precisamente el arquitecto de esta casa, los instalara en las casas de la calle Larios.
Una casa construida con la finalidad de ser bella
Así lo afirma su actual inquilino, Luis Jiménez, director de la escuela de pensamiento que abre hoy sus puertas en este espectacular piso burgués del siglo XIX. Les contaré solo dos detalles que corroboran su afirmación: el anagrama de Pedro Alonso que se repite como motivo decorativo en las puertas de todas las ventanas y cierros; y unas placas imitando carey, cada una con un dibujo diferente, que adornan las dieciséis puertas que se abren al distribuidor principal. Por cierto, que todas estas conservan sus picaportes originales. Y solo hemos tratado de la mitad de la casa; la otra parte, simétrica a esta y de la misma extensión, estaba destinada a los dormitorios y otras dependencias íntimas, alejadas de las miradas de los curiosos. Su decoración ya no era tan lujosa.
Desgraciadamente, Pedro Alonso solo pudo disfrutarla dos años, porque falleció de manera repentina en esta casa el 19 de junio de 1881, a los cincuenta años, de un edema de glotis. El fallecimiento lo certificó el propio alcalde, Carlos Dávila Bertololi, que era médico de profesión. Por aquellos días, Pedro Alonso era teniente de alcalde del Ayuntamiento de Málaga y tan solo veintisiete horas antes había asistido a un pleno. Su sobrino y heredero, Juan Alonso Cossío (1855-1905), vivía aquí en 1901 con diecisiete moradores más: su esposa, Rosario Jiménez Jiménez; sus cinco hijos, una tía soltera de su mujer, tres empleados de la tienda y siete criados.
Iniciales de Pedro Alonso en el dintel de la puerta principal.
Más adelante, en los años veinte del siglo pasado, la vivienda se dividió en dos partes y el ala noble se alquiló al doctor Luna. Este médico y su hijo montaron en este piso su consulta. Estuvo abierta hasta los años setenta del siglo pasado. Desde entonces el piso se usó como almacén del comercio que hubo en el portal, Modas Gacela. Esta es la explicación de la que casa haya conservado su distribución original y sus pinturas: realmente solo se usó como vivienda hasta hace cien años. Como si fuera una cápsula del tiempo, nadie tocó sus pinturas ni derribó tabiques. Ni tan siquiera se construyó un cuarto de baño.
El tesoro de sus pinturas
Si el lector ha tenido la paciencia de llegar hasta aquí comprobará que el verdadero tesoro que esconde la casa son sus pinturas originales. No tenemos constancia de que se conserven en otra casa burguesa malagueña tal cantidad de pinturas murales del último cuarto del siglo XIX, salvo otra vivienda de la calle Madre de Dios, localizada recientemente por Víctor Heredia, que acaba de ser adquirida por un fondo de inversión judío. Hoy solo las podemos admirar en dos establecimientos comerciales que en su día fueron la juguetería el 0,95 y la confitería La Española. También las hubo en otros comercios como la farmacia Mata y la librería Denis. Tenían como principal misión crear en el establecimiento un ámbito lujoso, acogedor y familiar, según la moda vienesa.
En el año 2011 Luis Jiménez decidió alquilar esta casa para establecer aquí su Escuela Andalusí. Lo que le atrajo fue la singularidad de esta casa que parecía haber sobrevivido inalterable a la mudanza de los tiempos y a la especulación urbanística. Lo primero que hizo fue contratar a una legión de operarios para acometer la restauración de la vivienda que presentaba el estado que pueden suponer después de décadas utilizándose como almacén. Lo más destacado fue el arreglo de toda las puertas de madera, tanto las de las habitaciones como las de los cierros y balcones. Trabajo fino de carpintería para el que recurrió a ebanistas de los que ya apenas quedan. Y las pinturas.
De esta labor se encargó el restaurador e interiorista Miguel Díaz, quien viajó desde Granada para acometer esta empresa. Las pinturas se conservaban en tres dependencias: el gran distribuidor, el despacho y el comedor. Miguel se encontró la casa envuelta en un caos de trabajadores y polvo que dificultaba su labor minuciosa y delicada. Su principal objetivo fue el de conservación, siendo respetuoso con las pinturas y rescatando de manera fiel lo que quedaba en las paredes.
Las iniciales de Pedro Alonso también están grabadas en bronce en las manivelas de las ventanas y puertas.
A finales del siglo XIX estas pinturas se compraban por catálogo, como más tarde ocurriría con los suelos hidráulicos. El dueño de cada casa quería tener una decoración mural única y diferente. Para ello elegía la composición deseada que un artesano estampaba en las paredes y techos con la ayuda de unas plantillas. Como se basaban en la repetición de motivos, la labor de restauración consistía en recuperar los dibujos originales copiándolos allí donde se habían perdido, una vez limpiada la pared de restos de polvo, hollín o humedad.
Sin duda, las pinturas de mayor calidad artística son las del comedor, en las que sorprenden los primorosos detalles de los bodegones que no pudo ejecutar un pintor cualquiera. La intervención más significativa fue la del distribuidor por su magnitud y cantidad de frescos que hubo que recuperar: ocupaban desde el suelo hasta los cuatro metros del techo. Pero las que más sorprenden al visitante son las del techo del despacho. Son las únicas que se pueden admirar desde la calle y su motivos geométricos tienen un colorido y una fuerza que atraen de manera irresistible.
Sin duda, la primera casa de Málaga ha tenido la gran suerte de caer en las manos de Luis Jiménez. Quizá sea cosa del destino. En realidad no sabemos si él buscó este piso o si fue esta casa quien le encontró a él. Nosotros no podemos dejar de admirar su tesón. Gracias a su paciencia y empeño esta vivienda burguesa malagueña sigue conservando gran parte de su belleza original.
Articulo completo: https://www.diariosur.es/sur-historia/casa-numero-uno-malaga-capital-20220506120227-nt.html
Favorecida por la creencia de que lo que vemos es la consecuencia de la realidad existente, la inercia refuerza la continuidad de una actitud que desea el cambio del mundo; sin reparar en que el mundo es la interpretación de lo que mantenemos en nuestro interior como creencia. Si el mundo es justo, injusto, bello, malvado, ecológico, tóxico… no es, sino la consecuencia de las interpretaciones vivenciales de quienes, desde su personalidad, dicen conocer al mundo como una identidad separada de ellos.
Aparte de que el mundo también soy yo; “yo”, como una parte del mundo, participo de la idea transformadora de que defino al mundo desde mi visión. Más allá aun, y sin sentimiento de apropiación: el mundo soy yo; no sólo como una porción, sino como probabilidad existencial de una creación, que en esencia se percibe a sí misma de acuerdo con la creencia “temporal” que mantengo como realidad consciente. Tantos mundos como almas en evolución, tantos credos como yoes necesitados de amor. Todos son Uno y el mismo mundo al unísono, todas las creaciones, posibilidades, probabilidades, “reales”, en cuanto que cada quien lo vive como verdad, y muestra una posibilidad existencial de un todo, que podría alcanzar la plenitud, si saliésemos de la creencia de que el mundo es una entidad separada del observador.
La idea de que lo que veo es lo que existe, lleva a las mentes a la copia incesante de una realidad inventada, que se transmite de padres a hijos y se hace fuerte por la colaboración diaria de todos los que participamos en ella. Esta creencia se instauró en el planeta mediante la propuesta de Descartes, aceptada por la mayoría, de distinguir y diferenciar entre mente y materia, otorgándole exclusivamente a cada una de ellas las competencias de lo religioso y lo científico, respectivamente.
Como definió Maturana “La objetividad, en último término, tiene su fundamento en el supuesto de que existe una realidad independiente de uno desde donde se valida lo que uno dice”. Esa supuesta realidad es la que estudia la ciencia autorizada, la que se mantiene a través de la transmisión de esa visión del mundo, que nació de una interpretación mental específica en un momento dado de la evolución de la humanidad, y que se ha instaurado como verdad. Esta postura defiende la existencia de una realidad “material”, que existe por ella misma, externa y ajena al observador que la define. De ahí que lo que muestra “la ciencia” ha de ser universal y acatado como norma general para todas las mentes existentes en el tiempo, pues su visión es la consecuencia de la medición y datación de una realidad en sí misma, que estudia como entidad ajena a su existencia.
Con esta visión, en su momento, las universidades perdieron su objetivo de inicio: la formación del Ser, el desarrollo del arte de vivir, y la esencia de la búsqueda de la verdad a través de la contemplación y el gobierno de los caracteres; para convertirse en educadoras de servicios y proveedoras de “salidas” profesionales, trasladando ideas “limitadas” de acuerdo a los “ismos” imperantes en cada legislatura del poder, pero siempre desde el paradigma de la visión externa, de la vida como una entidad ajena al sujeto que la estudia.
En la actualidad, dentro de la mente colectiva mundial permea la idea de que lo científico, es decir, lo instaurado en la sociedad de consumo, garantiza la evidencia de una realidad universal, y esta afirmación está suscrita por una creencia tan extendida, que incluso se ha configurado ya como incuestionable. A día de hoy, es casi imposible, a pesar de las evidencias desastrosas que estamos experimentando como colectivo humano, salir de esa interpretación del mundo, que pretende gobernar también las leyes de la Naturaleza y el sentido de la existencia humana.
A pesar de que en su momento, grandes mentes postularan verdades paralelas, como en el caso de Jung, Groff, Bohn, Sheldrake, o Wilber, entre otros, y mostraran evidencias de orden trascendente; éstas han sido relegadas a la superchería o a la falta de rigor “científico” y desechadas como patrañas que sólo distraen a las verdaderas mentes consagradas al orden destructor del mundo.
La palabra paradigma implica el concepto de “cosmovisión”. Es la forma por la cual se entiende al mundo, al hombre, y por supuesto, a las realidades aprobadas por ese tipo de conocimiento. Todo ello está ligado a una serie de presupuestos aceptados que podemos denominar creencias de partida, que son incuestionables por ser parte del paradigma desde el que se perciben las cosas. En nuestro caso, al referirnos al paradigma reinante, hemos de trasladar la idea de que lo que se define como verdad, no es más que el acuerdo, paradigmático, que se ha establecido como base para desarrollar una ciencia y un modelo relacional humano.
El actual paradigma promueve la idea de una verdad externa universal que se evidencia como consecuencia de la repetición de hechos que constatan esa verdad, por lo que existe la necesidad de aceptarla colectivamente como un hecho innegable, todo aquél que no acepte, repita, y viva de acuerdo a ella, está fuera del sistema y por lo tanto, se convertirá en un ser, en un colectivo, o en una realidad marginal.
El modelo educativo actual, está tan extendido, aceptado y avalado en la propuesta de las verdades absolutas y las adecuaciones formativas para cumplir con la necesidad inventada de adquirir un puesto de trabajo y de tener una forma de ganarse la vida, que se ha perdido de vista la necesidad de enseñar a vivir. En nuestro mundo inventado, se ha diluido el legítimo espíritu formativo, el sentido real de la enseñanza académica, despreciando tanto las necesidades expresivas humanas, como el desarrollo de las habilidades espirituales que permitirían a la consciencia mantener un vínculo sinérgico con el mundo y las conciencias de todos los seres que en él habitan. Esto favorecería la unidad integradora que permite la convivencia pacífica y armónica desde la diversidad complementaria, de acuerdo a las necesidades reales del colectivo y del Planeta; y no, como ocurre ahora, a las exigencias inventadas por una mente poderosa, que ambiciona un tipo de vida que está llevando a la humanidad y al Planeta, por la interpretación de la mente humana que se replica constantemente en las aulas, hacia la destrucción.
Tanto ha calado esta pseudo verdad, que incluso en los ámbitos “alternativos”, donde se habla de cambio de paradigma y de desarrollo de la consciencia, se repiten los modelos escolásticos que centran la atención en la formación, y salida profesional, más que en la liberación de la mente del individuo, para que desde su verdadera condición evolutiva, pueda recrear en su parcela piscogeográfica el área del mundo que le corresponda por evolución, favoreciendo con ello la emergencia de nuevos espacios, tanto psíquicos como urbanos, para seguir la exploración de esta entidad única, el mundo que nos contiene, y desde donde puedan manifestarse tantas probabilidades como entidades exploradoras transiten en el tiempo, sin interferir, contradecir, ni descalificar la interpretación que por su nivel, como unidad personal, han alcanzado de la totalidad, o del mundo, y se expresen para compartir creativamente, promoviendo así ajustes de complementariedad, según las necesidades especiales de cada segmento particular, círculo, familia, sociedad, etc.
Pretende confrontar ni abolir, sino expresar y consagrar espacios de orden renaciente, que fomenten la diversidad generadora y exploradora de las mentes libres que se inician en el mundo para comprender el verdadero sentido de la existencia. Estamos frente a la oportunidad de recuperar las Escuelas de Pensamiento, como espacios favorecedores del autoconocimiento y de la evolución, en los que se expresen, en lo colectivo, las nuevas evidencias nacidas de la propia entidad global a través de sus unidades particulares, que se muestran en el mundo como personas. Estas Escuelas han de fomentar la experimentación de lo trascendente del Ser, y la apertura hacia el descubrimiento, por sí mismas, de las personas que se internen en sus aulas, alejadas de dogmas o ideas de partida que castren la posibilidad de alcanzar nuevas propuestas innovadoras acordes con los escenarios de su tiempo.
Por encima de la ciencia, de la religión, o de la espiritualidad “chata”, la necesidad integrativa del ser humano trasciende los ismos, y las limitaciones estructurales que hasta ahora han compartimentado la información libre de condicionantes, que aún se mantiene intacta a pesar de la interpretación que se le dio en el pasado.
Estas Escuelas han existido en todos los tiempos, a veces veladas por temor al descrédito o a la aniquilación; les inspiraba el amor a la verdad, al ser humano, a la Naturaleza y al Cosmos, que en realidad, desde su cosmovisión, eran una misma entidad. Desde que en el año 529 d. C. el emperador Justiniano cerrara la Academia (y el resto de escuelas filosóficas atenienses), prohibiendo la enseñanza de la filosofía, hasta nuestros días, se han sucedido muchos episodios de renacimientos y oscuridad en el ámbito docente. Cada cambio político en el gobierno lleva implícita una renovación vinculada a la interpretación del modelo del mundo que quieren transmitir en las aulas, para que más tarde la visión del mundo tenga visos de universalidad y así conquistar las mentes e inventar una realidad que no se sostiene, porque está acabando con el campo de pruebas de nuestra interpretación, el Planeta Tierra.
La Escuela Andalusí, nuestra Escuela de Pensamiento, abre sus puertas a la exploración del sí mismo, del self, tanto en el humano como en el cosmos, tanto en el mundo, como en la psique; buscando que el alumno encuentre la verdadera naturaleza mutable del Universo, en el único lugar en el que lo puede hacer, en su interior, reconociendo como perfectas todas las formas de emanación del Todo que coexisten en él.
Más allá de los centros formativos al uso, hoy, más que nunca, necesitamos Escuelas de Pensamiento que recuperen la figura del hombre y la mujer justos, que fomenten el libre pensamiento y con ello, la felicidad.
Luis Jiménez